Actividad: Fic Colectivo
(incompleto)Autora:$ђîžД W† 43
Fecha: 11/07/2009
Atem le ayudó a levantarse, después de quitarse toda la harina de la cara, y cuando ambos estuvieron levantados, le sonrió.
-¿Qué haces aquí tan tarde?
-Me mandaron a organizar esto antes del amanecer.
-¿Quién?
-Ehh, alguien de su familia. Tengo que traer todos los costales y recoger este tiradero je je-murmuró Anzu, observando la harina que se hallaba en el suelo.
-¿Tú sola?
Ella volvió a verlo algo extrañada, y preguntó:
-Sí, ¿por qué?
-Porque se me hace incorrecto. ¿Quién te mandó a cargar costales de ese tamaño por todo el Palacio?
-No es gran cosa, puedo hacerlo.
-No dudo de tu capacidad, pero no deberías estar sosteniendo ese peso, puedes lastimarte.
Anzu cruzó sus brazos sobre su pecho y lanzó un suspiro.
-Debo trabajar para ganarme la vida. Mi madre está enferme y debo cuidarla. Además, no estoy en derecho de contrariar a la familia real, ¿o sí?
Atem percibió el ligero enojo en la voz de la chica y la miró con fijeza para cerciorarse. Al detenerse en sus ojos, bajó la cabeza, apenado.
-Lo siento. Fue mi abuelo, ¿cierto?
-¿Cómo lo sabe?
-Lo conozco... Hablaré con él.
-¿Qué? ¡No! No quiero ese tipo de preferencias, soy una trabajadora igual que todos los demás.
-Sí, pero se impuso una nueva regla entre los trabajadores y una de ellas es que los hombres son los que deben cargar cosas pesadas.
-Eso no es verdad-se atrevió a decir Anzu, cerrando los puños, pero cuando se dio cuenta de con quien estaba hablando, se retractó-. L-lo siento, Alteza-susurró, avergonzada.
Atem dejó ver una sonrisa torcida al escucharla. No le gustaba que le tuvieran miedo tan sólo por ser el Príncipe, no quería que lo trataran diferente a las personas "comunes", y para su decepción, ella comenzaba a hacerlo.
-No hay cuidado. Por ahora te ayudaré-mencionó, apartando la mirada.
-La castaña se percató del repentino cambio que hubo en él, pero no dijo nada ante ello, sólo se agachó y comenzó a recoger la harina.
-N-no, ya lo haré yo, gracias.
-Tranquila, dudo mucho que me suceda algo al hacer tal pequeñez-aseguró Atem, agachándose por igual.
Permanecieron en silencio durante un largo tiempo, recogiendo el desorden que habían formado al chocar. Ella lo miraba de vez en cuando, tratando de entender porqué actuaba de esa manera, queriendo ayudarle, era extraño, más viniendo del mismo Príncipe.
-Bien, está listo-dijo, culminando con el silencio, momentos después-. Gracias.
-Claro. Ve a descansar, ya es muy tarde.
-Debo cumplir la orden que me dieron.
-Me encargaré de eso, no te preocupes-aclaró el tricolor, alejándose hacia la salida de la cocina-Buena noches.
-Buenas noches, Alteza.
Atem la miró de soslayo una vez más, y pronto salió de ahí sin mencionar nada más. Anzu le siguió con la vista hasta que desapareció, y aunque dubitativa, se fue de la cocina después de él, pero en dirección contraria.
A la mañana siguiente, Atem se encontraba recostado en su cama, abrazando la almohada. Ese día no tenía ganas de levantarse, se sentía, extrañamente, bastante cansado como para separarse de la comodidad, pero de cualquier manera, sabía que tarde o temprano alguien vendría a "fastidiarlo". Acertó, cuando escuchó la voz de Seto, acercándosele.
-¿Qué sucede?-inquirió.
Su primo lo miró en silencio por unos instantes.
-Tu madre quiere verte en la Biblioteca... ¿Estás bien?
-Sí, gracias-contestó Atem, escondiendo la mirada en la almohada.
-¿Saliste de nuevo anoche?
-Además del aviso, ¿veniste a preguntarme eso?
-No, sólo que se te ve raro, es todo.
-Me levantaré en un instante, ¿de acuerdo?
Seto se alejó de la cama sin responderle, pero cuando estuvo a punto de salir, musitó:
-¿Seguro que estás bien?
Atem le respondió con la simple acción de voltearse hacia otro lado, sin separarse de la almohada y al escuchar que se fue, cerró los ojos una vez más, preguntándose de qué querría hablar su madre con él, pero de un momento a otro, se quedó dormido sin darse cuenta. Tuvo un sueño extraño que no supo cómo interpretar dentro del mismo, y que le hizo permanecer dormido por más tiempo. En realidad no supo cuánto duró, pero finalmente terminó despertando de golpe, del otro lado de la cama. Fue cuando se percató de que ya se había hecho tarde, y no había ido con su madre a la Biblioteca. Dispuesto a arreglarse, frotó sus dos manos contra su cabeza para liberarse de la pesantez que lo oprimía, hasta que fue detenido de pronto por una voz bastante conocida, la cual le hizo levantarse inmediatamente y mirar con detenimiento a aquel personaje: su abuelo.
-¿Por qué sigues en la cama?
-Me he quedado dormido-respondió con firmeza, denotando la severidad en su parentesco.
-Sí, eso puedo verlo claramente, Atem. Arréglate ahora mismo, te estamos esperando en el centro de reuniones.
-¿Estamos?
-Sí, tu padre y yo.
-Tengo que ver mi madre en la Biblioteca. Me llamó.
-Ella puede esperar. Dudo que sea más importante que esto
-¿Perdona?-replicó el muchacho, ligeramente molesto por la actitud del hombre, de quien sabía perfectamente como llegaba a comportarse con la mujer de la que hablaban, su madre, la Reina. Quizá era falta de respeto contradecir, pero eso no iba a impedirle defenderla cuando fuese necesario.
-Lo que has escuchado.
-Yo creo que lo que ella tiene que decirme es mucho más significativo que cualquier cosa.
-No comiences, ¿de acuerdo? Ya es bastante molesto tener que venir por ti.
Atem sonrió y se cruzó de brazos.
-¿Entonces qué haces aquí? Mandar a alguien hubiera sido más fácil, ¿no?
-¿Realmente quieres esto?
El otro bajó los brazos y se fue hacia la salida de la habitación, pasando al hombre como si nada.
-Voy a reunirme con mi madre si no te importa-reafirmó con sequedad, mirándole de reojo, y antes de irse, murmuró-: Ya hablaremos respecto al asunto de las trabajadoras en el Palacio, pues hay ciertos puntos que quiero aclararte.